NADA NI NADIE PODRÁ SEPARARME DEL AMOR
DE DIOS. (Rom 8, 19- 39)
La
vida cristiana para el apóstol Pablo es un don y es una lucha. Hay que
separarse de la servidumbre del pecado para participar de la salvación que es
en esperanza. Hay que padecer la acción del Espíritu Santo hasta el final de la
vida para poder recibir la corona que no se marchita.
Romper con la servidumbre del pecado.
19.
Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los
hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente,
sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la
servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los
hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y
sufre dolores de parto. (Rm 8, 19- 22)
Pablo
al hablar de la creación está refiriéndose a la creatura racional, a los
hombres que fueron sometidos por la vanidad, es decir, por la corrupción del
pecado, y que esperan ser liberados por
la gracia de Dios por medio de Jesucristo, por su muerte y resurrección para
participar de la “naturaleza divina”, es decir de la “libertad de los hijos de
Dios (2 de Cor 3, 17; Gál 5, 1) La creación hace referencia a Adán y a Eva que
fueron sometidos a la servidumbre del pecado; hace también a todos los justos
del Antiguo Testamento que esperan recibir la recompensa prometida el día de la
resurrección. La creación, es la humanidad que fue sometida bajo el yugo de la
servidumbre hasta cuando resplandezca la gracia de la recompensa divina (San
Ambrosio)
Nuestra salvación es en esperanza.
23.Y
no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu,
nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro
cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no
es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar lo
que no vemos, es aguardar con paciencia. (Rm 8, 23- 26).
Nosotros, hace referencia a los justos que por
la fe de Jesucristo han sido perdonados, reconciliados y salvador (Rm 5, 1; Gál
2, 16) Gemir equivale a sufrir “Dolores de parto” cuando luchamos para
liberarnos de la esclavitud de la servidumbre, para romper con el pecado, para nacer de nuevo. Porque hemos sido salvados en
esperanza: “Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como
él es puro”. (1 de Jn 3, 3) Espera con paciencia la manifestación de
Jesucristo: La liberación, la reconciliación, la salvación y la santificación.
El Espíritu Santo es nuestro ayudante.
26.Y
de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros
no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede
por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál
es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es
según Dios. (Rm 8, 26- 27)
El
que ha sido justificado es portador de las primicias del Espíritu, es templo
del Dios vivo. Espíritu que nos guía a Cristo (Rm 8, 14) Espíritu que es
nuestro ayudante para convertirnos y hasta que lleguemos a la santidad. Es
nuestro Abogado, nuestro Maestro y es nuestro Consolador. No sabemos pensar
como hijos de Dios y viene en nuestra ayuda; no sabemos actuar como cristianos
y viene en nuestra ayuda; no sabemos orar como conviene y viene en nuestra
ayuda, y ora en nosotros según Dios. Se une a nuestro espíritu humano,
escudriña lo que es bueno y lo malo y nos ayuda a discernir para que rechacemos
lo malo y para que hagamos lo bueno, según la voluntad de Dios. Es el que nos
ayuda a ser santos, libres y capaces de amar y de servir.
Dios está a nuestro favor:
28.
Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los
que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los
que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su
Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que
predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también
los glorificó. (Rm 8, 28- 30).
Dios
nos ha llamado a salir de la tierra de la servidumbre, salir de Egipto y de
Babilonia, para salir en camino de éxodo hacia la tierra prometida que es
Cristo. Elegidos en Cristo por amor, y para amar (Ef 1, 4) Y destinados a ser
adoptados como hijos de Dios (Ef 1, 5) Este es su Designio: Salvar a los
hombres en Cristo y por Cristo (Ef 1, 7) Para reproducir por la acción del
Espíritu, la imagen de su Hijo. (Ef 1, 8) A los que predestinó, también los
justificó, es decir perdonó sus pecados, los reconcilió y les dio Espíritu
Santo. Y a los que justificó, también los glorificó, es decir, los promovió a
ser hijos de Dios y discípulos de Cristo, haciéndolos partícipes de su Pasión.
“Dónde abundó en pecado, sobre abunda la gracia de Dios (Rm 5, 20).
¿Quién podrá estar contra nosotros?
31.
Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El
que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los
elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo
Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios,
y que intercede por nosotros? (Rm 8, 31- 34)
Con
la Palabra respondemos a la Palabra: En efecto, cuando todavía estábamos sin
fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad,
apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se
atrevería uno a morir -; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo,
siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón,
pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si
cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y
no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación. (Rm 5, 6- 11)
¿Quién nos puede separar de Dios?
35.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como
dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas
destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel
que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni
los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni
la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rm 8, 35- 39)
Nada
ni nadie puede separarnos del Amor de Dios. Ni siquiera nuestro pecado porque
Jesús el Buen Pastor nos busca hasta encontrarnos (Lc 15, 4) Su amor es más
grande que nuestros pecados, Pero, no nos salva a fuerzas. La vida cristiana es
un don y es una lucha. La fe es don y es respuesta; es don y es conquista. Hay
que permanecer hasta el fin, hay que dejarse conducir por el Espíritu para
crecer en la gracia, el conocimiento de Dios, hay que luchar y perseverar hasta el final para recibir la
Vida eterna. “Huyan del pecado para que participen de la corona de la vida”.
Somos nosotros los que decidimos hacer el bien o hacer el mal, somos libres
para hacerlo, perdernos o salvarnos.
Conclusión:
Vengo
pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona.
Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera
ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi
Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre
nuevo. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (Apoc
3, 11- 13)
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